A partir del impacto de las nuevas tecnologías, vivimos en un mundo hipermediado, en el que una imagen borra a la otra y una noticia desaparece rápidamente de la escena por la superposición de otra nueva.
La saturación de la imagen nos está convirtiendo en seres “libres para consumir... pero esclavos para pensar”. En el tercer milenio, de la mano de las nuevas tecnologías, nos enfrentamos a cambios y reestructuraciones sin precedentes que están produciendo grandes transformaciones culturales.
La licenciada Cristina Petit, en su ponencia “Educación y cultura de la imagen”, Consudec, 2004, afirma que son los niños y adolescentes quienes se ven más perjudicados por esta tendencia. Señala que tres son los factores que ejercen una influencia nociva:
• La reducción de los espacios públicos
• Las pautas culturales de la posmodernidad
• La globalización de las comunicaciones
En cuanto a la reducción de los espacios públicos, los chicos y los jóvenes prefieren las actividades del shopping, los juegos electrónicos, la navegación y el chat por Internet, antes que los juegos en la calle, la plaza, el club y los espacios abiertos en general. Esto los recluye en una modalidad de recepción individual, privada y domiciliaria, en detrimento de las relaciones sociales cara a cara, la extraversión y la exploración del espacio exterior.
Con respecto a las pautas culturales de la posmodernidad, existe una tendencia al individualismo, el disfrute de lo efímero y la necesidad de satisfacción permanente, sin grandes proyectos, ni planteos teóricos, ni búsqueda de identidades colectivas. Pareciera que ya no importa el espacio, el tiempo, el contexto, sino la posibilidad de un buen momento aislado.
Por último, la globalización de las comunicaciones trae aparejado que todo pueda ser mostrado o dicho a cualquier persona o en cualquier momento, sin importar el entorno, ni las pautas culturales. Ya no hay tema ni problemática que los medios no hayan abordado. Existe cualquier tipo de información al alcance de la mano que toma el mouse, o el control remoto, sin restricciones ni cuidados, para personas de cualquier edad o condición.
De la mano de estas transformaciones culturales se ha gestado una “cultura de la imagen”. La mayoría de los relatos son contados con imágenes. Los libros y los diarios utilizan cada vez más las imágenes que la palabra, lo que nos está llevando a “pensar en figuritas”. La publicidad y la televisión cambian el discurso y la lógica del relato por imágenes que alteran nuestra forma de percibir y el anclaje de los conocimientos que tenemos de la realidad.
Con respecto a la publicidad, en general se trata de asociar imágenes de “éxito”, “belleza”, “felicidad” con el consumo de algún producto; pero en ningún momento se explicitan las características o “bondades” del producto que se intenta comercializar.
En relación a la televisión, es considerado el “fenómeno social y cultural más impresionante de la historia de la humanidad. Es el mayor instrumento de socialización que ha existido jamás. Ningún otro medio de comunicación en la historia ocupó tantas horas de la vida cotidiana de los ciudadanos y ninguno mostró un poder tan grande de fascinación y penetración”. (Joan Ferrés, citado por Petit en su ponencia).
El eje de estos cambios es la pantalla. Del televisor o de la computadora. Estos soportes tecnológicos relatan más por imágenes, íconos, símbolos, que por la palabra. A diario intentan generar nuevos efectos especiales que impactan sobre la realidad perceptual, cognitiva, emocional y social de los consumidores.
Al respecto, el reconocido politólogo italiano contemporáneo Giovanni Sartori, ha acuñado el concepto de “homo videns” para denominar al hombre producto del impacto producido por la tecnología y la cultura de la imagen. En su libro Homo videns, la sociedad teledirigida arma que “la capacidad simbólica de los seres humanos es la característica que nos distingue de los demás animales. Esta característica va perdiendo potencia en una sociedad donde la imagen va rápidamente reemplazando a la palabra. [...] Con la invención del televisor y la entrada arbitraria a los hogares de la imagen, el hombre se convierte más en un “animal vidente” que en un “animal simbólico”, como fue denominado por siglos. [...] La palabra es un símbolo que nos permite entender, razonar, relacionar... la imagen se ve y eso es suficiente, y para verla basta con poseer el sentido de la vista. La sustitución de la palabra por la imagen significa el pasaje del “homo sapiens” al “homo videns”.
Como consecuencia de la primacía de la imagen, el homo sapiens va perdiendo su capacidad de abstracción, de la cual dependen el saber y el entender.”
Por último, afirma Sartori: “[...] mi pronóstico es que la televisión seguirá siendo el centro en detrimento de la cibernavegación y sus sirenas... (porque)... la televisión no tiene techo... para los demás inventos hay un techo. Internet produce saturación, y ‘ver pasivamente’ es más fácil y más cómodo que el acto de ‘ver activamente’ de las navegaciones cibernéticas. [...] continúa siendo verdad que hacia finales del siglo xx, el homo sapiens ha entrado en crisis, una crisis de pérdida de conocimiento y de capacidad de saber”.
Fuente bibliográfica
Deraco, Laura. Tecnologías de la información y comunicación ES.4- Dirección general de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Julio 2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario